Crisis económica mundial: ¿pasó lo peor?
Autor: Carlos Miranda
16 de Agosto de 2009
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En las últimas semanas hemos visto a importantes analistas afirmar, a partir de algunos indicadores estadísticos, que lo peor de la crisis que estalló a principios de 2008 ya pasó. Por su parte, otros comentaristas sostienen que esto recién está comenzando. ¿Es cierto que lo peor de la crisis ya pasó?
¿Crisis cíclica o crisis del sistema?
Desde principios de los '70 del siglo XX las crisis económicas se vienen sucediendo a un ritmo de 3 a 5 años; el desarrollo de la crisis se viene dando de manera crónica. Sin embargo, a finales de los '80, el mapa político mundial, es decir el mapa de la "economía concentrada", ya que solo eso es la política, se modificó sustancialmente a favor del sistema capitalista. El experimento de la construcción del socialismo en la ex URSS y en un tercio de la humanidad fracasó, y de la peor manera. La implosión en el país de los soviets, la caída del muro de Berlín y la restauración capitalista en China, dieron las bases para que los intelectuales del imperialismo decretaran el fin de la historia, el triunfo de las fuerzas "ciegas" del mercado y del consumismo individual. La afirmación era que a partir de entonces, a pesar de las crisis cíclicas, se había abierto un periodo de crecimiento ilimitado. Los más cautos pronosticaban la continuidad de las crisis en el marco de una nueva onda larga de crecimiento económico, la cuarta de su tipo, decían, y algunos siguen diciendo.
En octubre de 2008 se abrió el debate de fondo. ¿Era esta una nueva crisis económica, si se quiere, tan profunda como la de los años 30 del siglo pasado? O, por el contrario, ¿estábamos en presencia de una crisis global del sistema, una de esas situaciones de ruptura que se presentan cada siglo, siglo y medio o más? En el pico del pánico financiero, del estallido de la burbuja inmobiliaria, fue unánime el coro de voces que anunciaban el fin del neoliberalismo. Sin embargo una corriente más serena, pero más justa, elaboraba la hipótesis de una crisis de fin de época, es decir un quiebre, una bancarrota del sistema como tal. Una crisis global: financiera, económica, política, militar, cultural, moral, del capitalismo, en fin: un cruce de caminos. La alternativa histórica de Federico Engels y Rosa Luxemburgo, como en otras oportunidades, se volvía a plantear: socialismo o barbarie. Pero esta vez, la barbarie adquiría las formas de liquidación de la especie y el planeta.
El viejo Marx se volvió best seller y El Capital batió récords de venta en la exquisita Europa. El fantasma del comunismo se vistió de Caribe y anidó en la Venezuela Bolivariana y sus enormes reservas petroleras. Los bancos y los financistas de Wall Street fueron asediados por inversionistas pequeños y medianos despojados de los ahorros de toda una vida de sacrificios. Pero, peor aún, el sistema tenía que soportar que se lo cuestionara como un todo. Y entonces, un afrodescendiente llegó a la Casa Blanca y un amante de prostitutas VIP se sostiene como el sucesor de Nerón en la Roma del Imperio que creyeron eterno.
La "civilización" de los automóviles y las lavadoras se derrumba como un castillo de naipes y las palabras solidaridad, igualdad, fraternidad y socialismo, vuelven a tener un sentido pleno, de perfume de futuro. Una materialidad más consistente que la estructura de un edificio de concreto y acero, uno de esos edificios que acechan el cielo.
Es aquí cuando nos dicen que la China milenaria muestra un crecimiento de su producto bruto, de sus inversiones, y del conjunto de su economía que indicaría que lo peor ya pasó... ¡Por favor!
El imperio del dólar
La fase superior del capitalismo, el imperialismo, es la época histórica donde domina el capital financiero. Es decir, donde los bancos y el capital, usurario, gaseoso, controla la producción y el consumo. Sin embargo toda esta estructura se sostiene por leyes objetivas que marcan el funcionamiento de la sociedad.
La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Pero en el capitalismo, es también la historia de la lucha por la hegemonía de unos países sobre otros. El capitalismo es, junto con la lucha de clases a nivel nacional, el sistema de los Estados nacionales en pugna por la hegemonía y el control de los mercados a nivel planetario. La principal de sus contradicciones actuales.
Esta hegemonía, en el sistema capitalista, se conquista a través del comercio y se impone con guerras, invasiones y ocupaciones militares. Son necesarios, a veces, millones de muertos. Pero el centro de la lucha por la hegemonía se resuelve en los mercados. Y el mecanismo de resolución es el comercio de mercancías.
Aquí es donde no hay forma de escapar a las leyes de la economía política. Es decir, al funcionamiento de las sociedades, de los sistemas, de las fuerzas objetivas que marcan el rumbo. La mercancía por excelencia, la que resuelve el enigma del sistema, el gran fetiche, la mercancía en la que se expresa el intercambio de todas las otras mercancías, es el dinero. Así se resuelve la ganancia y la acumulación de capital.
Desde los principios del siglo pasado o antes, el nombre de la mercancía dinero es dólar. Pero este pasó por diversas etapas. En una época la emisión de billetes del dólar estuvo sostenida por su igual en lingotes o barras de oro; el dólar tenía un sustento distinto en una medida reconocida por todos como más universal que la producción de la economía norteamericana. Luego, y por mucho tiempo, la denominación dólar tuvo el respaldo de la producción de mercancías de la economía norteamericana y eso fue suficiente para actuar en el comercio mundial. Hoy, sin embargo, el dólar no tiene ningún respaldo material, más que la capacidad destructiva de la economía nacional que representa. No está respaldado por el oro u otro material reconocido universalmente; ni por la producción de mercancías norteamericanas, que se encuentra en crisis total.
El poderío del dólar solo se asienta en la cantidad de ojivas nucleares, misiles y fuerzas destructivas que tiene el imperio. En definitiva: el imperio del dólar es la dominación de las fuerzas de destrucción más poderosas que ha conocido la humanidad. Sin embargo, esto no es suficiente para solucionar la crisis de la economía mundial ni del sistema capitalista. Todavía tiene que demostrar, el dólar, que no se derrumbará al primer embate.
Dólar vs. Locomotora China
Los que sostienen que lo peor de la crisis desatada a partir del estallido de la burbuja inmobiliaria ya pasó, tienen como argumento el desarrollo de la economía china del último trimestre (pobre argumento). Para ellos la crisis desatada en 2008 es apenas un episodio en un escenario ascendente. Desde el punto de vista metodológico cometen dos errores: el primero es no tomar a la economía como fenómeno mundial único. El segundo es ver de manera estadística y no política el escenario mundial.
Desde que el capitalismo como sistema, ocupa todos los espacios del globo, se convierte en un sistema mundial único. No importa que las relaciones de producción en algún rincón del planeta sean más atrasadas. No importa que el desarrollo de la economía sea desigual, de país a país. El hecho es que el sistema más avanzado domina al sistema más atrasado en todos los ámbitos de la tierra. Es la ley del desarrollo desigual y combinado la que explica estos fenómenos. Todos ellos son mundiales a partir de la hegemonía del capitalismo como sistema. La economía es una economía mundo. Y la crisis del todo afecta a las partes. El ritmo lo marca el país o la economía central, hegemónica. Por lo tanto no importa que la economía China crezca durante uno o dos o más trimestres; el problema es que la crisis de las economías centrales - Estados Unidos y Europa - arrastran al resto. La resolución de esta contradicción viene por un nuevo reparto del mercado mundial. La historia muestra que esta resolución se da a través de guerras y revoluciones.
El segundo error también es grave. Calcular por porcentaje de crecimiento del PBI de un país secundario la salida de una crisis como la actual es como suponer que la resolución de la crisis se da de manera aritmética. Es decir, la suma del crecimiento de China resuelve la crisis de la economía mundial. Pero el argumento de la Locomotora, no funciona en esta situación. La locomotora China, asentada fundamentalmente en transnacionales estadounidenses y en el comercio con Norteamérica es una de las razones de la crisis actual. Eso es lo que explica que el principal acreedor de Estados Unidos sea China. Para decirlo de otra manera: por cada 100 dólares de deuda yanqui, 25 dólares son préstamos chinos. Es decir, un cuarto de toda la deuda norteamericana (500 mil millones de dólares del total) corresponde a préstamos chinos.
Una profundización de la recesión estadounidense, una moratoria de su deuda simplemente por no poder seguir inflando la burbuja del dólar, o cualquier otra razón menor, provocaría la bancarrota de la economía china inmediatamente. Nada índica que esto no pueda suceder. Por el contrario, esta es una perspectiva probable.
El billete del dólar se ha convertido en el peor enemigo del desarrollo económico del país capitalista que se desarrolla en China. Y puede, por un simple movimiento hacia abajo, buscando su realidad, hundir a la supuesta locomotora de la economía mundial.
La nueva fase de la crisis: la salida militar
Por el contrario a lo que sostienen los que ven el principio de la salida a la crisis en el rebote incipiente de la economía China, La crisis ha entrado en una nueva fase: la de la preparación de la salida militar. Lo que puede impedir esta salida es la reacción de las masas en los países centrales. De lo contrario deberemos prepararnos para una profundización de las acciones de intervención en nuevos escenarios por parte del imperialismo norteamericano y sus aliados.
El golpe en Honduras, las nuevas bases militares en Colombia, y las campañas preparatorias contra Ecuador y Venezuela son un síntoma de los tiempos que vienen. Lo mismo que el impulso para que la crisis política tome cuerpo en Irán, al igual que las amenazas de ataque militar por parte de Israel a ese país de Oriente Medio.
No es la perspectiva actual una guerra mundial clásica. Pero si la entrada en una nueva fase de la crisis. Si fracasan las salidas políticas y económicas, si estos primeros experimentos militares resultan con éxito, estaremos entrando en una nueva fase de resolución de la crisis. La disputa abierta, militar, por los mercados mundiales, que hoy se expresa en la lucha por el control de los recursos naturales básicos.
Si fracasan, se abrirá así una nueva situación. En esta perspectiva, lo importante es construir una verdadera alternativa de dirección revolucionaria. Socialismo o barbarie es la opción de la época. Y nuestra apuesta es al triunfo del socialismo.
lunes, 17 de agosto de 2009
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